lunes, 13 de abril de 2009

UN INSTANTE DE SILENCIO


UN INSTANTE DE SILENCIO


Vivir en esta ciudad de México, la más grande del mundo es toda una aventura. Es sin duda una hermosa ciudad, llena de pasado, de historia, con una vida cultural intensa lo que la hace bulliciosa, siempre en movimiento y por momentos catastrófica.

Quienes aquí vivimos sabemos lo difícil que es encontrar un momento de silencio en el medio de esta inmensa ciudad, sobre todo al medio día de un sábado en las calles del centro histórico, y sin embargo el silencio a veces se inventa de manera mágica, al influjo de los recuerdos y los cariños más entrañables.

Este sábado pasado, mi hermana Gabriela y yo decidimos recorre un poco el centro histórico, buscar algunas películas y un poco de buena música, por lo que sin prisa alguna deambulamos sin rumbo fijo por los comercios, los almacenes y los puestos de ocasión que abundan en esas calles.

Mientras recorríamos ese micro universo de tiendas y productos la charla tuvo muchos matices, el clima, los precios, las leyendas de las casas coloniales…en fin, hablamos de todo un poco, siempre rodeados del bullicio eterno del corazón de México, esa mezcla de gritos de vendedores anunciando sus productos, de música de muestra en algún anaquel, de motores desesperados, silbatos de agentes de tránsito y toda una gama extensa de sonidos, además de nuestra propia voz a través de la conversación.

Entre toda esa algarabía, el destino nos preparó un instante mágico de silencio que arribó con las alas del recuerdo de quien más hemos amado en este mundo: Regina.

En el deambular sin prisas de pronto nos encontramos parados frente a una tienda de ropa y calzado para niña….el silencio se inventó no sólo entre ambos, el incesante ritmo de la ciudad encontró una pausa para llenarnos de nostalgia, de esa nostalgia fresca que nos recuerda la ausencia física de Regina y nos llena de su recuerdo perenne y hermoso.

Allí, en ese aparador estaban un par de zapatos de princesa, vestidos de niña de vivos colores preciosamente adornados, que hubieran acaparado la atención de Regina por que sin duda esos eran sus gustos, los que conocíamos bien y alimentábamos cada que podíamos.

De alguna manera muy especial sentimos a Regina tomada de nuestras manos, adivinamos su emoción y vimos su sonrisa, escuchamos sus palabras de niña ilusionada con los vestidos y las zapatillas, al fin y al cabo era y es nuestra princesa….ese fue el instante de silencio que la ciudad nos regaló.

A partir de allí seguimos nuestro camino con Regina acompañándonos no sólo tomada de nuestras manos, sino presente en la plática, en nuestras emociones, en las pausas, en las palabras y en los silencios, en la luz de la tarde y en las sombras que buscamos para refrescarnos, en el café que bebimos y en el bullicio de la ciudad; allí estaba Regina como siempre, inundando nuestras vidas de alegría, dándole sentido a esta existencia, mostrándonos que su ausencia puede dolernos, pero que el agradecimiento de sus 7 años de vida a nuestro lado es mayor que cualquier cosa en el mundo.

Allí estaba mi princesa, regalándonos en medio de la vorágine un instante de silencio, sólo eso le bastó para desbordarlo todo. Te amamos Regis.

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